Caminaba
hacia el salón, con un café en la mano, cuando el sonido del
teléfono me saco de mis pensamientos.
Miré
a la pantalla y no pude evitar que una tonta sonrisa se formara en mi
rostro. Alex.
-¿Donde
estas?
-¿Donde
voy a estar? -pregunté obvio- En casa.
-Verás,
resulta que... se ha cancelado la cena familiar. Y había pensado que
tal vez... tu y yo... podíamos... -solté una carcajada. Llevábamos
casi cuatro años juntos y aún le costaba horrores adaptarse a ello.
-¿Querría
la princesita cenar conmigo? -pregunté entre risas con el fin de
facilitarle las cosas.
-Callate
Jack, ¿A que no voy? -trato de hacerse el duro, pero no lo
consiguió.
-Vale,
pues no vengas.
-En
media hora me tienes allí. Te quiero, estúpido. -Y sin que me diera
tiempo a responder, colgó. Punto para mi.
Dejé
de lado el café y mis planes de no hacer nada en toda la noche, y
comencé a pensar. Tenía al rededor de media hora para tratar de
sorprenderle con la cena, y yo era un pésimo cocinero.
Saqué
el libro de recetas que mi abuela me había regalado del cajón de la
cocina, y empece a pasar hojas. Nada. Todo era demasiado complicado,
nada que yo solo pudiera preparar.
Tras
un par de minutos, desistí. Acabé sacando una pizza del congelador.
Sabía lo que Alex amaba la pizza, por lo que era un acierto
asegurado.
Con
el asunto de la comida solucionado, decidí en mejorar un poco el
entorno. Al menos para que mi intento de cena romántica no pareciera
tan cutre.
Puse
un mantel rojo en la mesa del salón, un par de velas a cada lado y
un par de rosas en el centro. Odiaba esas mariconadas, pero a mi
novio le encantaban, por lo que no me quedaba mas remedio.
Saque
también uno de mis mejores vinos, guardado para ocasiones
especiales, y me dispuse a esperar.
Alex
no llegaba, y yo había empezado a ponerme nervioso. Cinco minutos.
Diez minutos. Media hora. ''Estará en un atasco''. Una hora. Hora y
media.
Tenia
los nervios a flor de piel. Alex nunca había sido una persona
puntual, pero nunca había sobrepasado los 20 minutos de retraso.
Llegué incluso a pensar que me había dado plantón, pero ¿porque
iba a hacerlo? No le había dado motivos.
Apagué
las velas, completamente hecho polvo, y decidí probar suerte con su
teléfono Una vez mas. Pero como las treinta veces anteriores, estaba
apagado.
Me
senté en el sofá, esperando que algo pasara. Y pasó, mi móvil
comenzó a sonar y respire aliviado.
Hasta
que vi que no era quien yo esperaba. Numero Privado.
-¿Si?
-pregunté asustado.
-¿Es
usted Jack Barakat? -asentí estúpidamente
-Si.
-Verá,
su teléfono figura como numero de emergencias del señor Alex
Gaskarth, ¿es correcto? -en ese momento se me vino el mundo encima.
Comencé a temerme lo peor, y un nudo se formó en mi estomago.
-Si.
-conseguí murmurar entre lagrimas.
-Alex
está siendo trasladado al Hospital General, ha sufrido un accidente.
-Pe
-pero, ¿está bien? -el miedo se apoderó de mi, no podía perderle.
No a él, no ahora.
-No
tengo permitido darte esa información por teléfono Si te acercas al
Hospital te explicaran todo lo que necesites saber.
Colgué
rápidamente el teléfono, y llame a un taxi. Conducir en mi estado
nervioso solo podría acarrear mas problemas.
No
tardé mas de diez minutos en llegar, pues estaba bastante cerca de
mi casa. Lo que iba a ser una noche romántica, se había convertido
en mi peor pesadilla.
Entré
rápidamente en el hospital, desorientado y confuso. No sabia que
tenia que hacer, no sabia a donde tenia que ir. Todo esto me había
pillado completamente por sorpresa.
Me
dirigí a la zona de urgencias, que es donde llegaban todos los
pacientes. Allí había un mostrador, tras el cual esperaba una
muchacha rubia, ojos color miel, y una gran sonrisa.
-¿Puedo
ayudarle?
-Busco
a.. me han llamado y... un accidente... -a medida que las palabras
iban saliendo de mi boca, mi corazón se rompía un poco más. Las
lagrimas se agolpaban en mis ojos, y sentía que, en cualquier
momento, iba a caer rendido al suelo.
-Solo
necesito el nombre -dijo la chica dulcemente- solo dame el nombre.
-Alex
Gaskarth. -tragué saliva. No podía creer lo que estaba pasando.
-Aquí
está -dijo buscando en su ordenador, y más tarde señalando a la
sala de espera que había a nuestra izquierda.- Siéntate aquí,
enseguida saldrá el medico a atenderte.
Y
eso hice. Tras cinco largos minutos que parecieron siglos, apareció
el doctor.
-¿Acompañantes
del señor Alex Gaskarth?
Me
levanté rápidamente y como pude de la silla, sintiendo como
temblaba cada centímetro de mi cuerpo.
-Bueno,
vamos allá. -dio un pequeño suspiro que aumento mi temor.- Alex ha
sufrido un accidente. Ha chocado frontalmente con un vehículo que
circulaba en sentido contrario. El otro conductor ha fallecido en el
acto, y el... tiene suerte de estar vivo.
-¿Pero
como está? -pregunte impaciente. Necesitaba saberlo ya.
-En
estos momentos se encuentra en estado comatoso, y conectado a la
respiración asistida. -en ese momento ya no pude aguantar más. Las
piernas me flaqueaban y mis lagrimas no cesaban. Me senté de nuevo
en la silla, esperando que de su boca salieran palabras
tranquilizadoras.- Acaba de ser operado de la rodilla y de la
fractura craneal. Esta pendiente de volver a ser operado en las
próximas horas, ya que uno de sus pulmones ha sido perforado tras el
impacto, y la hemorragia interna es inmensa.
-¿Se
pondrá bien? -pregunté estúpidamente- dígame la verdad.
-Confío
mucho en la profesionalidad y experiencia de mis cirujanos. Pero no
sabemos si su cuerpo podrá soportarlo. Siento tener que decirte
esto, de veras, pero no quiero crearte falsas expectativas.
Me
dio la mano y desapareció por el largo pasillo. Solo me quedaba
esperar a que todo saliera bien.
Si
él se iba, se llevaría con el una gran parte de mi. Sabía que no
iba a ser capaz de superarlo jamás. Yo... no podría.
Pasé
las siguientes dos horas llorando como si del fin del mundo se
tratara. Y la verdad sea dicha, era el fin de mi mundo. Traté de
auto-convencerme de que todo saldría bien, de que todo volvería a
la normalidad, pero las palabras del medico hacían eco en mi cabeza.
Veía
como llegaban nuevos heridos, gente enferma, gente para adelante y
para detrás, sonrisas y lagrimas, dolor, oía las sirenas de las
ambulancias que llegaban. Y cada segundo que pasaba, yo moría un
poco más.
Acabé
finalmente quedándome dormido sobre la dura silla, hasta que algo me
despertó.
-Jack
-abrí los ojos y vi a una enfermera agitando suavemente mi brazo,
tratando de despertarme. Estaba acompañada por el mismo medico de
antes, y sus caras, no ayudaban para nada.
-¿Que
pasa? -mi voz estaba quebrada, rota.
-Lo
sentimos mucho. -Ya está, no hizo falta más. Lo comprendí todo.
Ahí acababa, ese era el final.- No hemos podido hacer nada por
salvar su vida, de verdad que lo sentimos.
La
enfermera me tendió una mano, y con su ayuda logré ponerme de pie.
No conseguía asimilarlo. Alex, mi Alex, mi bebé. No podía ser.
Tantos momentos, tantas sonrisas, tantos besos que pasaban ahora a
ser simples recuerdos. Jamas podría volver a tocarle, a sentirle, a
decirle lo mucho que le quería Todo eso había acabado ahora.
-Si
te sientes con fuerzas, podrás pasar a despedirte de él.
Asentí
con la cabeza, tratando de reaccionar, y los tres nos encaminamos por
aquel largo pasillo que parecía ahora no tener fin.
Nos
detuvimos ante la puerta del quirofano, y la enfermera me dio una
suave palmada en la espalda.
-No
tardes mucho, ¿vale? Y se fuerte, hazlo por el.
Abrí
la puerta, y vi una camilla, sobre la que yacía su cuerpo cubierto
por una sabana.
Cogí
aire un par de veces y me decidí a darle mi ultimo adiós
Levanté
la sabana, y no pude evitar estremecerme. Ahí comprendí que todo
había acabado, me hizo darme cuenta de que lo había perdido para
siempre.
Estaba
pálido, las ojeras marcadas, su cabeza estaba parcialmente rapada
debido a una de las operaciones, tenia heridas y cortes por todos los
lados.
El
fin.
Una
de mis lagrimas cayó sobre su cuello, antes de que echará a correr.
Corrí y corrí, dejando atrás mi vida, mi historia, mi razón de
vivir.
A
mitad del pasillo las piernas comenzaron a fallarme, mis extremidades
no me respondían Entonces caí.
Y
todo se volvió blanco, ya no sentía nada.
-Jack,
cariño, ¿estas bien? -abro los ojos, vuelvo a respirar.- Has pegado
un bote que por poco me matas del susto.
-Tranquilo,
estoy bien. -digo pasando uno de mis brazos por su pecho- Tan solo ha
sido una pesadilla. Te quiero Alex.