domingo, 11 de diciembre de 2011

Maybe I'm just wasting my time dreaming.


 Caminaba hacia el salón, con un café en la mano, cuando el sonido del teléfono me saco de mis pensamientos.
 Miré a la pantalla y no pude evitar que una tonta sonrisa se formara en mi rostro. Alex.

 -¿Donde estas?

 -¿Donde voy a estar? -pregunté obvio- En casa.

 -Verás, resulta que... se ha cancelado la cena familiar. Y había pensado que tal vez... tu y yo... podíamos... -solté una carcajada. Llevábamos casi cuatro años juntos y aún le costaba horrores adaptarse a ello.

 -¿Querría la princesita cenar conmigo? -pregunté entre risas con el fin de facilitarle las cosas.

 -Callate Jack, ¿A que no voy? -trato de hacerse el duro, pero no lo consiguió.

 -Vale, pues no vengas.

 -En media hora me tienes allí. Te quiero, estúpido. -Y sin que me diera tiempo a responder, colgó. Punto para mi.

 Dejé de lado el café y mis planes de no hacer nada en toda la noche, y comencé a pensar. Tenía al rededor de media hora para tratar de sorprenderle con la cena, y yo era un pésimo cocinero.

 Saqué el libro de recetas que mi abuela me había regalado del cajón de la cocina, y empece a pasar hojas. Nada. Todo era demasiado complicado, nada que yo solo pudiera preparar.

 Tras un par de minutos, desistí. Acabé sacando una pizza del congelador. Sabía lo que Alex amaba la pizza, por lo que era un acierto asegurado.

 Con el asunto de la comida solucionado, decidí en mejorar un poco el entorno. Al menos para que mi intento de cena romántica no pareciera tan cutre.

 Puse un mantel rojo en la mesa del salón, un par de velas a cada lado y un par de rosas en el centro. Odiaba esas mariconadas, pero a mi novio le encantaban, por lo que no me quedaba mas remedio.

 Saque también uno de mis mejores vinos, guardado para ocasiones especiales, y me dispuse a esperar.

 Alex no llegaba, y yo había empezado a ponerme nervioso. Cinco minutos. Diez minutos. Media hora. ''Estará en un atasco''. Una hora. Hora y media.

 Tenia los nervios a flor de piel. Alex nunca había sido una persona puntual, pero nunca había sobrepasado los 20 minutos de retraso. Llegué incluso a pensar que me había dado plantón, pero ¿porque iba a hacerlo? No le había dado motivos.

 Apagué las velas, completamente hecho polvo, y decidí probar suerte con su teléfono Una vez mas. Pero como las treinta veces anteriores, estaba apagado.

 Me senté en el sofá, esperando que algo pasara. Y pasó, mi móvil comenzó a sonar y respire aliviado.

 Hasta que vi que no era quien yo esperaba. Numero Privado.

 -¿Si? -pregunté asustado.

 -¿Es usted Jack Barakat? -asentí estúpidamente

 -Si.

 -Verá, su teléfono figura como numero de emergencias del señor Alex Gaskarth, ¿es correcto? -en ese momento se me vino el mundo encima. Comencé a temerme lo peor, y un nudo se formó en mi estomago.

 -Si. -conseguí murmurar entre lagrimas.

 -Alex está siendo trasladado al Hospital General, ha sufrido un accidente.

 -Pe -pero, ¿está bien? -el miedo se apoderó de mi, no podía perderle. No a él, no ahora.

 -No tengo permitido darte esa información por teléfono Si te acercas al Hospital te explicaran todo lo que necesites saber.

 Colgué rápidamente el teléfono, y llame a un taxi. Conducir en mi estado nervioso solo podría acarrear mas problemas.

 No tardé mas de diez minutos en llegar, pues estaba bastante cerca de mi casa. Lo que iba a ser una noche romántica, se había convertido en mi peor pesadilla.

 Entré rápidamente en el hospital, desorientado y confuso. No sabia que tenia que hacer, no sabia a donde tenia que ir. Todo esto me había pillado completamente por sorpresa.

 Me dirigí a la zona de urgencias, que es donde llegaban todos los pacientes. Allí había un mostrador, tras el cual esperaba una muchacha rubia, ojos color miel, y una gran sonrisa.

 -¿Puedo ayudarle?

 -Busco a.. me han llamado y... un accidente... -a medida que las palabras iban saliendo de mi boca, mi corazón se rompía un poco más. Las lagrimas se agolpaban en mis ojos, y sentía que, en cualquier momento, iba a caer rendido al suelo.

 -Solo necesito el nombre -dijo la chica dulcemente- solo dame el nombre.

 -Alex Gaskarth. -tragué saliva. No podía creer lo que estaba pasando.

 -Aquí está -dijo buscando en su ordenador, y más tarde señalando a la sala de espera que había a nuestra izquierda.- Siéntate aquí, enseguida saldrá el medico a atenderte.

 Y eso hice. Tras cinco largos minutos que parecieron siglos, apareció el doctor.

 -¿Acompañantes del señor Alex Gaskarth?

 Me levanté rápidamente y como pude de la silla, sintiendo como temblaba cada centímetro de mi cuerpo.

 -Bueno, vamos allá. -dio un pequeño suspiro que aumento mi temor.- Alex ha sufrido un accidente. Ha chocado frontalmente con un vehículo que circulaba en sentido contrario. El otro conductor ha fallecido en el acto, y el... tiene suerte de estar vivo.

 -¿Pero como está? -pregunte impaciente. Necesitaba saberlo ya.

 -En estos momentos se encuentra en estado comatoso, y conectado a la respiración asistida. -en ese momento ya no pude aguantar más. Las piernas me flaqueaban y mis lagrimas no cesaban. Me senté de nuevo en la silla, esperando que de su boca salieran palabras tranquilizadoras.- Acaba de ser operado de la rodilla y de la fractura craneal. Esta pendiente de volver a ser operado en las próximas horas, ya que uno de sus pulmones ha sido perforado tras el impacto, y la hemorragia interna es inmensa.

 -¿Se pondrá bien? -pregunté estúpidamente- dígame la verdad.

 -Confío mucho en la profesionalidad y experiencia de mis cirujanos. Pero no sabemos si su cuerpo podrá soportarlo. Siento tener que decirte esto, de veras, pero no quiero crearte falsas expectativas.

 Me dio la mano y desapareció por el largo pasillo. Solo me quedaba esperar a que todo saliera bien.

 Si él se iba, se llevaría con el una gran parte de mi. Sabía que no iba a ser capaz de superarlo jamás. Yo... no podría.

 Pasé las siguientes dos horas llorando como si del fin del mundo se tratara. Y la verdad sea dicha, era el fin de mi mundo. Traté de auto-convencerme de que todo saldría bien, de que todo volvería a la normalidad, pero las palabras del medico hacían eco en mi cabeza.

 Veía como llegaban nuevos heridos, gente enferma, gente para adelante y para detrás, sonrisas y lagrimas, dolor, oía las sirenas de las ambulancias que llegaban. Y cada segundo que pasaba, yo moría un poco más.

 Acabé finalmente quedándome dormido sobre la dura silla, hasta que algo me despertó.

 -Jack -abrí los ojos y vi a una enfermera agitando suavemente mi brazo, tratando de despertarme. Estaba acompañada por el mismo medico de antes, y sus caras, no ayudaban para nada.

 -¿Que pasa? -mi voz estaba quebrada, rota.

 -Lo sentimos mucho. -Ya está, no hizo falta más. Lo comprendí todo. Ahí acababa, ese era el final.- No hemos podido hacer nada por salvar su vida, de verdad que lo sentimos.

 La enfermera me tendió una mano, y con su ayuda logré ponerme de pie. No conseguía asimilarlo. Alex, mi Alex, mi bebé. No podía ser. Tantos momentos, tantas sonrisas, tantos besos que pasaban ahora a ser simples recuerdos. Jamas podría volver a tocarle, a sentirle, a decirle lo mucho que le quería Todo eso había acabado ahora.

 -Si te sientes con fuerzas, podrás pasar a despedirte de él.

 Asentí con la cabeza, tratando de reaccionar, y los tres nos encaminamos por aquel largo pasillo que parecía ahora no tener fin.

 Nos detuvimos ante la puerta del quirofano, y la enfermera me dio una suave palmada en la espalda.

 -No tardes mucho, ¿vale? Y se fuerte, hazlo por el.

 Abrí la puerta, y vi una camilla, sobre la que yacía su cuerpo cubierto por una sabana.
Cogí aire un par de veces y me decidí a darle mi ultimo adiós

 Levanté la sabana, y no pude evitar estremecerme. Ahí comprendí que todo había acabado, me hizo darme cuenta de que lo había perdido para siempre.
Estaba pálido, las ojeras marcadas, su cabeza estaba parcialmente rapada debido a una de las operaciones, tenia heridas y cortes por todos los lados.

 El fin.

 Una de mis lagrimas cayó sobre su cuello, antes de que echará a correr. Corrí y corrí, dejando atrás mi vida, mi historia, mi razón de vivir.

 A mitad del pasillo las piernas comenzaron a fallarme, mis extremidades no me respondían Entonces caí.

 Y todo se volvió blanco, ya no sentía nada.



















 -Jack, cariño, ¿estas bien? -abro los ojos, vuelvo a respirar.- Has pegado un bote que por poco me matas del susto.

 -Tranquilo, estoy bien. -digo pasando uno de mis brazos por su pecho- Tan solo ha sido una pesadilla. Te quiero Alex.